Los acordes de john Williams, y la armonía que implican, son, junto con su dominio de la orquestación y el desarrollo melódico, una de las claves de su calidad musical.
Hasta que no transcribes algún tema suyo al piano no te das cuenta de que muchos de los acordes de John Williams vienen del jazz, concretamente ciertos voicings que solemos encontrar en big bands o en piano jazz él los traslada con maestria a la sección de cuerdas, o a la sección de maderas o a la sección de metales.
Pero no sólo el voicing da la sonoridad, también la armonía a la que ese voicing está representando tiene una importancia tremenda y en ese aspecto, en el del lenguaje armónico, los acordes de John Williams están al servicio de lo que se viene denominando en círculos académicos pandiatonicismo cromático.
Ésta es un tipo de armonía habitual en los compositores de cine y que al final, dicho de forma simple, trabaja con múltiples tónicas y con acordes que, más que progresar, se van transformando.
Contexto
Hay que comprender que, en el entorno en que Williams creció, cualquiera que trabajase en lo suyo sabía componer, orquestar, arreglar, dirigir e interpretar algún instrumento, varios en algunos casos. Él toca el piano de forma excelente y su lenguaje armónico está fuertemente influido por el jazz, aunque esto suela mencionarse poco.
No obstante un vistazo rápido a cualquier score suyo, a los voicings, acordes y progresiones escogidas, lo hacen evidente.
Además orquesta y dirige. Sus orquestaciones son muy completas, dejando al orquestador la función de copista prácticamente, salvo algunas ocasiones en los que los divisi y la asignación de alguna contramelodía queda bajo su criterio. No obstante, al menos en los scores suyos que yo he visto, sus «bocetos» son tan completos que practicamente podemos pasar a copista sin problema.
La actualidad
Hoy día, y entiéndase esto como una observación no como una crítica, las enormes facilidades tecnológicas puestas a nuestro alcance hacen que podamos componer música sin saber tocar un instrumento, sin saber desarrollar melodías y sin saber más que lo básico de armonía. Es por ello quizá que el virage de importancia hacia el sonido es cada vez más fuerte.
Esta democratización, que a priori es buena, en la práctica nos está llevando, como decía, a bandas sonoras con un sonido increible, con un planteamiento conceptual hiper interesante y producciones sin parangón.
Por contra, el desarrollo melódico es casi inexistente, con progresiones más basadas en ruedas de acordes pop que en progresiones armónicas de largo recorrido y con un descenso notable en el uso del lenguaje idiomático de cada instrumento para ser sustituido por un lenguaje «general» que puede ser hablado por toda la orquesta (ostinatos, arpegios, etc).
En gente como John Williams o James Newton Howard encontramos un lenguaje armónico riquísimo con orquestaciones riquísimas y un uso de la orquesta cada vez menos común.
Personalmente opino que si toda la gente que está haciendo bandas sonoras tuviese, además de ese dominio salvaje del sound design y la producción, el mismo dominio armónico, melódico y orquestal que tenían los contemporaneos de Williams, el cine sonaría no distinto sino mejor, objetivamente hablando; más riqueza en todos los aspectos, no sólo en el sonoro.
Otro tema que se suele pasar por alto es la edad.
Williams tenía 40 y pico cuando empezó a tener un sonido maduro y rotundo, ya en posesión de todas sus habilidades; habilidades que llevaba curtiendo desde los 19, por lo que tampoco es justo esperar cierto nivel de maestría en compositores que no llegan a los 30.
Lo que sí es cierto es que, sin una práctica constante de estos skills, nunca se llegará al nivel que nuestros predecesores tuvieron, y al parecer esto tardará en llegar, porque estamos tan concentrados en hacer que todo sea increible y espectacular desde un punto de vista sonoro que se nos está olvidando lo básico; la melodía, la armonía y la textura.
En este video tenéis un ejemplo sacado de Star Wars Return of the Jedi donde Williams despliega recursos armónicos y nos da una clase magistral sobre cómo hacer música de cine sin caer en la pornografía sonora.
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